La práctica del ayuno, oración, de examinar nuestros caminos con humildad, de pedir perdón al Padre Eterno por nuestras faltas, pedir perdón a nuestro prójimo por nuestras ofensas y perdonar a quienes nos han ofendido y lastimado...debe ser una práctica del creyente durante todo el año.
Pero lo maravilloso del día de Yom Kippur, es que estaremos todos juntos, como lo ha pedido Nuestro Padre Eterno, como un solo pueblo, unidos clamando y trayendo toda la gloria a Su Gran Nombre en cada rincón del planeta.
Que el Señor se agrade y se glorifique este Yom Kippur, y que seamos sellados en el Libro de la Vida, -no por nuestros méritos, porque no lo merecemos-, ¡sino por los méritos y el sacrificio de Yeshua, Nuestro Mesías!